El discurso transfóbico, el verdadero caballo de Troya del
feminismo
Para Alessa.
LA COLUMNA ROTA, VERÓNICA VILLALVAZO/FRIDAGUERRERA
Hace unos días Láurel, una mujer exitosa, transgénero,
escribió sobre el tema que debería estar preocupando a todos, la terrible
guerra que se ha desatado en contra de las mujeres trans, y la comunidad
Lésbico, gay, bisexual, transexual, transgénero, travesti e intersexual; las
primeras 3 (LGB) son orientaciones/preferencias sexuales, las siguientes (TT)
corresponden a identidades de género; la siguiente T corresponde a una
expresión de género y la intersexualidad corresponde a una condición biológica,
(LGBBTTI) en general. COPRED
Laurel escribe para
un medio que luego de publicar ésta columna y recibir quejas de
"colectivas feministas", fue eliminado sin dar ninguna explicación a
la autora. Al ver el nivel de violencia que se ejerció en redes sociales en
contra de Láurel, solicitamos su permiso para publicar dicho texto. Esta es
también nuestra forma de dar voz a quienes asesinan arteramente y quedan
invisibilizadas.
Es preciso señalar que debemos protestar contra está guerra
a ellas, pues forma parte de una expresión de la violencia de género en la
sociedad, la discriminación que sufren las personas LGBTTTI, que desafían los
roles de género masculinos y femeninos, convirtiéndose con ello en víctimas de
todo tipo de violencias, psicológica, física y sexual.
Aquí el texto íntegro
de Láurel, con quién nos solidarizamos y abrazamos a cada una de las que hoy,
de frente dicen, No a la violencia y la invisibilidad de nosotras.
El discurso transfóbico, el verdadero caballo de Troya del
feminismo.
Láurel Miranda
Si eres feminista y no plantas cara a quienes en nombre de
este movimiento político violentan a personas trans y no binarias, temo decirte
que se llama complicidad. Del mismo modo en que hablamos del pacto patriarcal
para denunciar la complicidad entre hombres, así como su silencio o pasividad
ante los actos misóginos de sus congéneres, podemos y debemos hablar también de
aquellas mujeres cisgénero feministas que deciden pasar de largo los actos
transfóbicos de sus presuntas compañeras de lucha.
Qué tan lejos hemos dejado avanzar la transfobia en México
que ahora se convoca a “marchas feministas” ya no para luchar a favor de los
derechos de las mujeres, sino para impedir que las poblaciones trans accedan a
ellos. Esto es precisamente lo que está ocurriendo en lugares como Puebla,
donde un colectivo de feministas radicales ha tomado como su principal objetivo
impedir que se apruebe la Ley Agnes, una iniciativa con la que las personas
trans podrían ver reconocida su identidad sexogenérica mediante un trámite
administrativo. En el Estado de México ocurre algo similar, pues otro colectivo
ha hecho un llamado para que la marcha del 8 de marzo sea “contra el borrado de
las mujeres”. Marcha organizada en nombre del feminismo contra los
derechos de las personas trans.
¿A qué se refiere este presunto borrado de mujeres?, ¿cuáles
mujeres?, ¿blancas, racializadas, pobres, trabajadoras sexuales, trans…?, ¿cómo
podría borrarse a más de la mitad de la población mundial? Bien, pues del mismo
modo en que construcciones discursivas como “ideología de género” o “lobby gay”
llegaron con fuerza desde los sectores más conservadores de la sociedad para reprimir
a la diversidad sexogenérica, ahora nos enfrentamos al presunto “borrado de
mujeres”, una idea que (aparentemente) no es impulsada ni por la iglesia ni por
la ultraderecha, sino por voces feministas de periodistas, escritoras e
intelectuales, tales como la ex diputada del partido español PSOE Ángeles
Álvarez, la antropóloga y académica mexicana Marcela Lagarde o la creadora de
Harry Potter, J.K. Rowling.
La lucha contra el “borrado de mujeres” se ha erigido para
impedir que en países como España, Reino Unido (y ahora México) entren en vigor
leyes que permitan el reconocimiento de las identidades sexogenéricas de las
personas trans y no binarias mediante trámites administrativos y ya no a través
de juicios o certificaciones de género, para las que se necesitan
acompañamientos psicológicos o psiquiátricos, así como tratamientos hormonales,
los cuales han contribuido históricamente con la patologización de las personas
trans.
En España, por ejemplo, Ángeles Álvarez y el sector
transexcluyente del feminismo español, consideran que de aprobarse la Ley
Trans, ésta pondría en peligro la representación de las mujeres –de nuevo: ¿qué
mujeres?– en los distintos ámbitos de la vida pública como la política,
deportes, espectáculos, etcétera. El argumento de Álvarez se desbarata cuando
constatamos en las estadísticas que las poblaciones trans somos minoría en el
mundo, y sin embargo con un alto índice de crímenes de odio en nuestra contra,
una alta tasa de suicidios y una esperanza de vida reducida. En contraste, son
contados los casos de personas trans en las esferas antes descritas, y aún así
se emplean de forma sensacionalista, particularmente en el mundo de los
deportes, para acusar que su presencia pone en peligro la posibilidad de
victoria de las “mujeres biológicas” (sic).
Me parece increíble que en pleno 2021, luego de décadas y
décadas de feminismos y estudios de género, frases como “mujeres biológicas” y
“hombres biológicos” (sic) sigan siendo empleadas como argumentos para
descartar la legitimidad de las identidades trans y para enarbolar abiertamente
una lucha en contra de nuestros derechos más básicos: identidad, libre
desarrollo de la personalidad, a la no discriminación, acceso a la educación y
a un trabajo digno.
Y es que más que estar en contra del “borrado de las
mujeres”, las voces transexcluyentes están en contra de la categoría género y a
favor de la reivindicación de la realidad material del sexo como factor único y
decisivo para determinar quién sí y quién no es mujer; se trata, pues, de una
postura esencialista contra la que, de hecho, el feminismo lleva años luchando.
Consideran, además, que de su realidad sexuada deriva una “opresión primaria”,
con lo que universalizan las experiencias de todas las mujeres y dejan de lado
aspectos de la identidad como raza, clase u orientación sexual, que en el caso
de algunas mujeres se trata del factor principal de la opresión en que viven.
“Hay mujeres que son negras, mujeres que son lesbianas,
mujeres que son trans y mujeres pobres. No sólo sufren discriminación por ser
mujeres, sino por su raza, su género o su situación socioeconómica (…) El
feminismo está en contra de la opresión de género y la explotación, si hay
mujeres afectadas por el racismo o por la homofobia o por la transfobia, luchar
contra eso es parte de la liberación”, señala Reni Eddo-Lodge, feminista y
periodista británica.
Es debido a la particularidad de nuestras realidades y las
distintas violencias que nos atraviesan, que me parece necesario ser sincera y
señalar que en esta ocasión hablo de lo peligroso que es el discurso
transexcluyente para las mujeres trans; sin embargo, me gustaría subrayar que
éste atenta también contra otras posibilidades de vida: hombres trans, por
ejemplo, a quienes llaman “hermanas” si deciden detransicionar, o traidorAs y
“lesbofóbicas” si deciden mantenerse firmes en su transición de género. Basta
con ver la violencia con que se lanzan contra hombres trans que, en tanto
tienen también la capacidad de gestar, han acudido a marchas a favor de la
despenalización del aborto:
tal como decía laurel, las personas trans apoyan la
despenalización del aborto, pero la reacción de muchas separatistas es esta . Ven a un hombre trans y lo odian por ser hombre
pic.twitter.com/EiQx2cBSLK — Susana Putería: BarebacKeisha López (@ElSimioArcoiris)
January 1, 2021
Como señalan Gracia Trujillo y Moira Pérez, “con frecuencia
se resalta del feminismo TERF su oposición a incorporar a las mujeres trans
dentro del movimiento de mujeres (o del colectivo mismo). Sin embargo, se trata
en realidad de un feminismo excluyente en términos amplios, que se opone, desde
el privilegio, a distintas formas de autonomía decisional, autonomía corporal,
al derecho a la identidad, al derecho a una vida libre de violencia… El
movimiento feminista excluyente es contrario a muchas formas de existencia: no
solo de todo el espectro de personas trans y no binarias, sino también de las
trabajadoras y trabajadores sexuales o de cualquier persona que recurra a la
gestación por sustitución, entre otros. En el caso de estos dos últimos, el
trabajo sexual y la gestación por sustitución se entienden en todos los casos
como violencias contra las mujeres. Este análisis no se ajusta a la realidad,
obtura el avance de derechos para las personas directamente involucradas en
estas prácticas y las sitúa en posiciones de víctimas pasivas sin, por otra
parte, escucharlas”.
El peligro de este discurso no radica únicamente en su lucha
por restringir derechos, sino también en su función como caldo de cultivo para
reforzar estigmas y prejuicios en contra de nuestra comunidad. Ahí tenemos, por
ejemplo, el caso reciente de las pintas que manifestantes transfóbicas
realizaron para posicionarse en contra de la Ley de Identidad de Género y que,
sin embargo, fueron atribuidas por medios locales a personas trans. Al final
del día la construcción discursiva y mediática que se hace de nuestras
identidades, que nos asocia con lo anormal, lo fuera de lugar, lo iracundo,
alimenta también los crímenes de odio en nuestra contra, particularmente los
transfeminicidios.
Pintas de feministas transfóbicas, atribuidas por medios
locales a activistas trans
En el contexto actual, no suscribir el discurso transfóbico
o desmarcarse de él no es suficiente: también hay que posicionarse en su
contra. Por ello aplaudo a la colectiva Dignas Hijas, que desde agosto del año
pasado y luego de visualizar la forma en que el feminismo está siendo
instrumentalizado con fines transfóbicos lanzaron la iniciativa
#NoEnNuestroNombre para subrayar que “los derechos de las personas trans son
derechos humanos, no una amenaza”.
Mujeres feministas cis nos pronunciamos en apoyo a las
identidades trans, en particular a nuestras compañeras trans, y decimos
#NoEnNuestroNombre ante discursos transantagonistas que se dicen feministas.
Los derechos de las personas trans son derechos humanos, no
una amenaza. pic.twitter.com/rwOddwFgJz
— Colectiva Dignas Hijas
(@DignasHijas) August 6, 2020
Queridas aliadas, queridas feministas cisgénero, si desean
identificar cuál es el caballo de Troya en su movimiento, les invito a analizar
qué discurso se aproxima más al de la ultraderecha. ¿Es acaso el que lucha por
los derechos y digna existencia de las personas trans o el de sus “hermanas”
abolicionistas, que ven un peligro en la otredad? No nos equivoquemos, que se
frenen las leyes que permiten el reconocimiento de las identidades
sexogenéricas no va a lograr que haya menos personas trans, sólo repercute en
que nuestras vidas sean más difíciles y tengamos un acceso limitado a nuestros
derechos.
En este momento la avanzada va contra personas trans y
trabajadoras sexuales, pero de continuar con la tibieza, la factura también les
alcanzará a ustedes. No al pacto (cis)patriarcal.
**Un abrazo y mi solidaridad con Siobhan Guerrero y Ophelia
Pastrana, cuyo nombre e imagen se ha empleado para denostar a la comunidad
transgénero cuando figuras como ellas ponen en alto nuestras identidades a la
vez que dedican su vida por la defensa y conquistar de nuestros derechos.
Láurel Miranda es una mujer trans, periodista, licenciada en
Ciencias de la comunicación y egresada en Historia del arte por la UNAM. Se
desempeña en el área digital de Grupo Milenio como SEO manager; es profesora de
periodismo multimedia en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la
UNAM y de Marketing Digital en la Universidad de la Comunicación. Ama a su
familia, su gato y el chocolate caliente.
Mujer trans, periodista, licenciada en Ciencias de la
comunicación y maestrante en Historia del arte por la UNAM.
febrero
2021
¿Eres madre, padre, hermana, hermano, hija, hijo de una
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relación violenta o intento de feminicidio? Búscanos, ayúdanos a visibilizarlas
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