Brenda; la madre, hermana, hija que hoy grita por justicia
Mientras más camino, menos encuentro el punto final.
Natalia González Gottdienier.
LA COLUMNA ROTA/FRIDAGUERRERA
Las gotas de lluvia golpean continuas la ventana que queda
justo detrás de la espalda la cual a veces se encorva de dolor que más que
físico, es el sufrimiento eterno que se queda ahí enconado, desde el momento en
que llega el mensaje que devasta, “ayúdame a que ella se vea, que no quede en
la obscuridad”.
Las narraciones de estas historias dejan cada vez más la
sensación de impotencia ante el también inagotable llanto y desconsuelo de las
familias que extenuadas no descansan en busca de justicia. Las noches se hacen
días, el sol lo ven llegar igual que la luna, el tiempo se queda detenido, en
la espera de que la puerta se abra y sonrientes aparezcan ellas, la esperanza
convertida en desesperanza al despertar pensando que solo fue una horrible
pesadilla y que ellas estarán en sus camas esperando que mamá o papá en un
abrazo las cobijé, susurrándoles en el oído que todo estará bien, que ahí
estarán para protegerla. La realidad de estas familias que me escriben no es
esa.
El 25 de noviembre de 2018, Día Internacional de la No
Violencia Contra las Mujeres era conmemorado. Mientras decenas de mujeres,
madres, hermanas, hijas, hijos, padres, pies cansados, dueñas de corazones
ávidos de justicia, marchaban en la Ciudad de México y todo el mundo; los
noticieros locales daban cuenta del hallazgo del cuerpo de una mujer en
Atizapán de Zaragoza, en el Estado de México, atrajo como todos los días mi
atención.
La fría mañana de ese 25 de noviembre, abrazó el infierno de
aquella mujer, una más dejada ahí como un desecho, como basura. Su cuerpo yace
en un camino de terracería, inerte, en el lugar, un balón ponchado, un pedazo
de rafia blanca en su brazo izquierdo, una blusa color vino, un pantalón negro
y su cara destrozada por la ira e impunidad de quien fatuo decidió asesinarla,
la soledad cómplice, acompañó, la seguridad del o los asesinos. ¿Por qué?,
porque se puede, porque en éste país son cada vez más recurrentes estos
hallazgos.
El asombro de alguien a las siete de la mañana le hizo
avisar a las autoridades, justo ahí en calle Las Golondrinas y las Garzas en la
Colonia las Águilas, Atizapán, Estado de México. Fue encontrada, dejada en el
lugar que tal vez fue testigo de la última exhalación, del grito ahogado de
dolor, del infierno, de los últimos pensamientos de está mujer; sus hijas, su
madre, sus hermanos, su vida, sus sueños rotos seguro desfilaron esos últimos
segundos de vida cegada por la ira de un ser cruel, que, sintiéndola suya la
arrebató de la vida. La sorpresa de ella porque tal vez ese inhumano era
alguien en quién ella confiaba, el abrupto que la llevó de pronto a verse de
frente a la muerte, una muerte que no pidió, que no se buscó, y que seguro
hasta el momento no entiende.
Juana Brenda Chávez Becerra nació el 18 de mayo de 1990,
desapareció el 24 de noviembre de 2018, en la Alcaldía Álvaro Obregón; sí justo
un día antes de que decenas saliéramos a marchar tomadas de las manos para
exigir el cese a la violencia de género, el alto a los feminicidios, el grito
de #NIUNAMÁS, una vez más a las calles.
Todos los días Brenda se escribía con Miriam su mamá, desde
el 24 empezó la preocupación. Brenda no le contestaba, el lunes 26 muy temprano
el padre de las dos niñas hijas de Brenda, avisó a la familia. Brenda no había
llegado por ellas, entonces sí, no estaba bien, algo había sucedido ella jamás
habría dejado a las niñas esperando, jamás las habría sumergido en esa duda, ¿Y
mi mamá?
La familia inició la búsqueda en redes sociales, suplicando
a quién la viera les hiciera llegar la noticia de que estaba bien, de que
pronto regresaría. No, eso lo habría hecho Brenda si estuviera bien, ese mismo
día alguien les mando la foto de aquella mujer encontrada en Atizapán, sin duda
era Brenda. La blusa color vino, el pantalón negro, ella se tomó una foto justo
el día que desapareció con esa ropa, era ella, el shock fue interminable, no
fue la autoridad quien les avisó, fue la prensa, los medios quienes la
imprimieron tal cual la dejaron extinta, humillada, exhibida.
Desde entonces la familia completa de Brenda se ha sumergido
en ese infierno burocrático que no entiende el dolor, que no entiende que una
hija, madre, hermana fue arrebatada y que ninguna palabra de aliento o buena
intención por encontrar la justicia tan anhelada en el México sangrante se las
devolverá, la calma para estos corazones tal vez aminoré cuando el culpable
esté tras las rejas. Entonces irán al panteón, el único refugió que les queda
para contarle que el culpable ya está sentenciado, para hacerle saber cuanto la
extrañan y con esto tratar de seguir en este interminable suplicio de
sufrimiento.
Juana Brenda Chávez Becerra habría cumplido el pasado 18 de
mayo veintinueve años, ya no sucedió, la alegría quedó sepultada ese día bajo
las paladas de tierra que hoy abrazan el ataúd de Brenda, sus dos pequeñas
hijas aún no entienden por qué su mamá ya no está, sus hermanos siguen esperando
que Brenda con aquella carcajada que la caracterizaba les diga que todo fue una
mala broma, y que está bien. Su madre Miriam, detalló en esta carta un poco de
lo mucho que a diario padece. Para que una vez más abracemos su dolor, nos
instalemos en aquella habitación que a diario la ve llorar, para que nos
sentemos a su lado y esperemos la noche que la acompaña en interminables horas
de desesperación porque Brenda, jamás volverá a abrazarla.
“Mi nombre es Miriam Becerra y soy mamá de Juana Brenda
Chávez víctima de feminicidio el 25 de noviembre de 2018. Han pasado ya siete
meses desde que asesinaron a mi hija de la manera más cruel, duele tanto su
ausencia que para mí no ha pasado el tiempo aún parece que espero su regreso,
que entrará por la puerta de la casa con mis dos nietecitas cuando me visitaba.
No vivíamos juntas, pero como sea, sí éramos tan unidas, ella siempre sonriendo
a pesar de los problemas o malos ratos que pudiera tener, de todo sonreía; mi
flaquita así la llamaba.
Esperábamos las vacaciones para estar juntas, tenía tantos
planes y sueños, era muy responsable, de
carácter fuerte y sincera, fue una mamá siempre al cuidado y la educación de
sus hijos los amaba tanto.
Es tan difícil expresar el dolor y el vacío tan grande que
causaron a mí, a mi familia que parece no terminará nunca siento esa presión en
el pecho al recordarla; cómo puede haber gente capaz de dañar a alguien de esa
manera, de quitarle la vida a seres indefensos que no hacen daño a nadie,
aunado a esto la impunidad que llena de coraje y dolor.
Ya no la veo, no le escucho, porque un maldito así lo
decidió. Extraño sus mensajes, sus llamadas durante el día; su sonrisa quedó en
mis recuerdos cuánta falta nos haces flaquita todos los días me levanto por sus
hijas que me dan fuerzas para seguir adelante.
Y no te voy a fallar estaré siempre para ellas mientras Dios
me lo permita. Como ella lo hubiera hecho, el pasado 18 de mayo cumplirías un
año más te cantaba las mañanitas y lo seguiré haciendo porque sé me escuchas en
algún lugar.
Pido justicia para mi hija sé que nada me la devolverá pero
si hay justicia para mi hija tendré un poco de paz en mi corazón y la
tranquilidad de que un asesino no causé más daño a otras hijas, hermanas y
madres.Y seremos tu voz hasta que se te haga justicia hija mía.
Te amaré por siempre mi flaquita hermosa”.
La lluvia disminuyó, el invierno de Beethoven, acompaña la
noche que, aunque fresca, deja entrever la calidez del clima, la impotencia
escolta el momento una vez más, una taza de café ayuda a no cerrar los ojos,
las letras ávidas no se detienen. Las preguntas nuevamente llegan como ráfagas.
¿por qué te conocí hasta hoy?, ¿por qué asesinada?, ¿por qué, no viva? que me
contarás, como otras mujeres lo han hecho que saliste avante de la violencia.
Me había negado a seguir contando estás historias de dolor,
de familias desechas en la insensibilidad, en la frase momentánea de #NIUNAMÁS,
para muchas y muchos que es solo eso una frase. Pero que a diario ronda mi
mente, mis actos, mi deseo de que, al visualizarlas, entendamos que Brenda,
Juana, Patricia, Jaqueline, Verónica, Graciela, Guadalupe, Estrella, Sofía,
Elizabeth, Rocío, no son solo nombres escogidos al azar. Son mujeres que nos
han arrebatado a todas y todos. Y que seguir en esta labor de ser extensión de
las voces de la ausencia, debe continuar como imperativa hasta que logremos
entender que como sociedad tenemos mucho que hacer para empujar a las
autoridades a que hagan su trabajo.
mayo
2019
Eres madre, padre, hermana, hermano, hija, hijo. De una
mujer víctima de feminicidio, desaparición, o intento de feminicidio búscame,
ayúdame a visualizarlas y contar su historia. Voces de la Ausencia.
@FridaGuerrera
fridaguerrera@gmail.com