Mary, la historia de los ojos de miel
Hay que dejar que hierva la sangre, para que no se congele
con los recuerdos.
Celia del Palacio
LA COLUMNA ROTA/FRIDAGUERRERA
Desde hace ya varios meses iniciamos con la invitación a
mujeres que han sobrevivido a relaciones violentas, para que todas aquellas que
las han vivido, conozcan de primera voz que no están solas, para que aquellas
que viven algo parecido, se den cuenta que no, no es normal.
Cuando conocí a Mary, la historia viva de hoy, me di cuenta
que no solo salvan su vida, hacen todo por salvar a las otras, a las que no se
ven, a aquellas que piensan que nunca más volverán a sonreír, que nunca más
encontraran la plenitud. Salir como lo hemos dicho no es sencillo, por eso cada
vez que una carta como está llega a mi correo, celebramos la vida. Valoramos la
valentía y amor propio que cada una de ellas va adquiriendo. El amor se vive en
libertad y no es regla tener que pasar por algo tan duro, donde puedes perder
la vida para darte cuenta que el amor no es ese que arrincona, que humilla, que
controla, que condiciona. Eso es violencia y ningún ser humano debe ser
sometido al condicionamiento para ser amado, eso solo sucede con los animales y
cada una de estas historias vivas, son seres humanos, mujeres plenas que solo
confiaron en aquellos que no tienen idea de lo que es amar.
Te dejamos la historia de lucha de ojos de miel.
“Después de dos relaciones tormentosas, donde sufrí golpes
maltratos, infidelidades, por fin conocí al amor de mi vida. Cuando lo vi tan carismático
y gentil, que inmediatamente me cautivó, hicimos un click.
Me invitó a salir y acepte. Estaba tan feliz, y así
transcurrieron semanas, meses, donde el sólo verlo me hacía sentir especial. Me
fui a vivir con él y ahí comenzó mi calvario. Se comportaba de una manera
diferente la cual yo desconocía, ese chico caballeroso ya se había convertido
en un alcohólico agresivo. Yo lo esperaba siempre y llegaba muy alcoholizado,
me insultaba y al otro día me pedía perdón y yo lo disculpaba, así pasaba cada
viernes por lo regular. Ya no solo eran discusiones y aventones, ahora me
golpeaba en la cara. No sabía que hacer ya que no contaba con nadie. Así
pasaron meses y en las dos últimas más fuertes me tomó del cuello hasta el
grado de desmayarme. Despertaba y no sabía que había pasado, solo veía el
desorden en el cuarto y poco a poco recordaba lo que había pasado.
En la última que desperté me tenía cacheteando diciéndome:
despiértate maldita perra, yo desperté y no sabía que había pasado. Lloraba
tanto y me sentía tan triste porque yo lo amaba y el no veía ese sentir que yo
le tenía. Ese día recogí mis cosas y me fui, me puse unas gafas porque tenía la
cara moreteada, así anduve vagando por las calles, pensando a donde podía ir, y
es ahí donde me di cuenta que no tenía a nadie, solo a mi madre, y ella ya
tenía bastantes problemas. Así que tarde horas deambulando hasta que volví de
nuevo con él. Todo seguía como siempre, insultos golpes y yo de igual manera ya
no me dejaba, como podía me defendía. Él se quejaba con su madre de que yo era
una completa neurótica, y su madre le daba la razón, me decía que yo tenía la
culpa por contestarle. Nunca lo entendí. Ese día era un martes 02 de junio 2015
como olvidar ese día.
Se encontró a un amigo y decidió llevarlo a nuestra casa
para tomar, y así hasta que ya estaba bastante tomado y me exigió que le diera
dinero para tomar. Yo para que no se pusiera agresivo y por miedo, le di 200
pesos para que comprara una botella, ya que yo tenía dinero porque su mamá (de
él) se fue de viaje y me dejó dinero para pendientes de la casa. A él no le
dejó nada porque sabía que era alcohólico y pues no era confiable (eso él lo
tomo muy mal porque yo no era nadie, y él era su hijo).
Después de terminar
esa botella yo ya no lo vi. Ahí es cuando me contó mi suegro (padrastro de él)
que lo vio sentado en la sala y le dijo con la mirada fija y muy seguro: "
La voy a matar", "la voy a matar". A lo que él le respondió: No
digas esas tonterías. Y así quedó todo sin mayor importancia ya que cuando tomaba
decía incoherencias. Al lapso de media hora fue a mi cuarto y me dijo: ¡me las
vas a pagar! Yo salí corriendo hacia la calle porque me dio miedo el modo en el
que me lo dijo, de hecho yo le tenía pánico cuando tomaba, así que me apresure
y él me alcanzó metiéndome el pie y yo caí al suelo, grite y él me jalaba mi
bolsa donde yo traía el dinero, yo no me deje y opuse resistencia y le dije que
era un ladrón, qué por qué quería quitarme mi bolsa, grite y no recuerdo más
nada. Cuando desperté estaba en la sala siendo atendida por mi suegro, me
limpiaba la cara y me asusté porque él lloraba y su rostro estaba desencajado,
me dijo que tenía que ir al hospital porque tenía parte de mi ceja colgando y
ocupaba sutura, yo llorando le dije: ¿dónde está? Y mi suegro me dijo: se fue.
Yo lloraba y decía: ¿porque me hizo esto, por qué?
Me llevo a la cruz
roja y ahí me dijeron que no me podían atender porque tenía una lesión grave en
el ojo; fui al Hospital General de México, y un doctor que estaba platicando
muy plácidamente con una enfermera, me revisó ahí mismo y me dijo: ven el
jueves para que te retire el ojo. Así sin más. Mi suegro me levanto del asiento
y salimos al pasillo. Yo me tire al suelo y grite: ¡me quiero morir!!! ¡No
quiero vivir!!! ¡Porqué a mí!!! Nadie comprendía nada, la gente que me veía
solo hacia eso mirar. Permanecí tirada en el suelo sin saber que sería de mí
ahora en adelante. De ahí no perdí la esperanza y fui al famoso hospital de la
luz. Yo tenía la esperanza y me dijeran que todo iba a estar bien. Pero no fue
así. Les Rogué a los doctores antes de entrar a cirugía que por favor salvarán
mi ojo, ellos me miraban con tristeza. Entre a cirugía y aún recuerdo el miedo,
iba temblando, porque yo iba a que me retiraran lo que quedó de mi ojo.
El camillero me vio tan mal, que me dijo: no sé en quién
creas, pero encomiéndate a quien tú le tengas fe. Entrando a quirófano dije:
Dios mío, me pongo en tus manos. Y no recuerdo más. Desperté, y me dijeron todo
salió dentro de lo que cabe muy bien. Una trabajadora social me dijo que
levantará mi denuncia en mi municipio. Así fue. Saliendo del hospital lo hice.
Y así me trajeron vueltas y vueltas, hasta que mi carpeta se perdió y también
mi certificado médico legista. No fue hasta que conocí a un licenciado de
Derechos Humanos que ayudo mucho, iba a meter presión al Ministerio Publico. y
solo así me hicieron caso porque ahora sí estaban integrando mi carpeta, bueno
lo que había de mi carpeta solo era el número de expediente que yo tenía,
porque mi carpeta y todo se habían extraviado.
Ya que corría peligro ahí en esa casa donde vivía con él, me
fui a un refugio por parte de la Fiscalía de la mujer. La directora de ahí, me
dijo que no fui nada inteligente, ya que pude haber obtenido más estando ahí
*bien con mi suegra. (Refiriéndose a la solvencia económica) mi suegra apoyó en
todo a su hijo, hasta le pago un viaje para sacarlo del país, ya que la familia
de él es muy influyente, él mi expareja es abogado trabajó en juzgados, y está
muy bien relacionado.
En el refugio no me permitieron tener contacto con el
Licenciado de Derechos Humanos. Y terminé haciendo lo que ellos me aconsejaron,
(pero yo no estaba de acuerdo) desistir de todo y aceptar una reparación del
daño, porque era lo más sensato que podía hacer. (Para ellos) Ya que según el
licenciado del refugio me dijo que mis lesiones no eran graves y que jamás
pusieron en peligro mi vida. (Igual que en el M.P.) Termine aceptando y asunto
arreglado para todos. Menos para mí.
Si acepte fue porque ya estaba cansada de estar casi dos
años yendo al M.P. no tengo recursos, me era muy difícil hasta pagar mí pasaje,
yo estaba muy mal emocionalmente como para seguir luchando por Justicia, ya no
me sentía capaz de pararme en el M.P.
Ya no tenía fuerzas, mi ilusión de justicia quedó
prácticamente silenciada. Y yo ya no podía, tenía miedo. Actualmente de esto ya
han pasado casi cuatro años, sigo en terapia psicológica y psiquiátrica. Porque
fue algo muy fuerte lo que viví y aún no lo superó del todo.
Cada que me miró al espejo me da tristeza recordar lo bella
que era, sigo siendo la misma lo sé, pero mis ojos miel eran hermosos.
Solo Dios sabe por qué viví para contarlo. Porque mi suegro
me contó apenas que tocamos el tema, que yo estaba en el suelo y mi pareja me
pateaba con toda la saña del mundo, en el rostro, en todo mi cuerpo hasta que
se cansó de patearme, mi suegro como pudo me lo quitó de encima porque yo
estaba desmayada por los golpes en la cara con sus fuertes puños. Él fue
boxeador profesional.
Y bueno solo Dios sabe mi misión aquí en la tierra. Yo soy
el ejemplo y testimonio de un amor romántico, de un amor masoquista, de un amor
que me marcó de por vida. No sé cuál sea mi misión, pero les comparto mi
historia, y les quiero decir que, si viven golpes maltratos, salgan de esa
relación, no esperen a terminar asesinadas o en el mejor de los casos como yo;
viva, pero sin un ojo. Yo daría todo por tener mi ojito de vuelta.
Lamentablemente jamás será así. Les comparto mi historia y aquí estaré para
apoyarlas siempre. Jamás voy a ver una injusticia y voy a callar. Tengo dos
hijos varones, y jamás en la vida voy a permitirles que toquen a una mujer.
Jamás solaparía a mis hijos. Porque yo sé en carne propia lo que es que, aunque
tú seas la víctima, te digan que tú te lo buscaste. Yo jamás creí que la
persona que más amaba y que me amaba como decía, me hiciera esto.
La vida sigue. Y lo estoy superando muy bien.
mayo 2019
Su amiga Mary ojos de miel. Mary B
Porque te quiero viva; Yo te creo. No juzgues, condenes o
criminalices una relación así, salir con vida no es fácil y celebrar que lo
están y sobretodo que compartan el cómo lo lograron es la base de esta parte de
la Columna Rota.
Así que ven cuéntanos tú historia, ¡viva!, ¡Aún puedes
hacerlo!
Eres madre, padre, hermana, hermano, hija, hijo. De una
mujer víctima de feminicidio, desaparición, o intento de feminicidio búscame,
ayúdame a visualizarlas y contar su historia, o mándanos tú historia y ayuda a
que más mujeres sepan cómo salir de eso. Voces de la Ausencia.
@FridaGuerrera
fridaguerrera@gmail.com