Teotihuacán fue tan grande como Constantinopla y Roma:
Especialista
Teotihuacán en Línea. La arqueóloga y Premio Crónica 2016,
Linda Manzanilla Naim expuso, durante la presentación de su reciente libro
Teotihuacán, ciudad excepcional de Mesoamérica, editado por El Colegio
Nacional, en el marco de la edición 39 de la Feria Internacional del Libro del
Palacio de Minería, que la ciudad prehispánica de Teotihuacán fue una urbe de
manufactura en grandes cantidades de cerámica, obsidiana verde, alimento para
las 125 mil personas que ahí vivían, pero, sobre todo, de cal, ya que a los
investigadores les llama la atención que para generar la cal que los
teotihuacanos colocaban en los aplanados de sus edificios, estos antiguos
pobladores ocuparon energía equivalente a treinta y tres días de funcionamiento
de la planta nucleoeléctrica Laguna Verde, Veracruz.
“En Teotihuacán tenemos pocos elementos de los primeros
momentos de la constitución de la ciudad, prácticamente no hay porque todo eso
yace bajo las construcciones que visitamos como turistas. En el año 80 d.C.
ocurrió una erupción del volcán Popocatépetl y la gente establecida en los
alrededores tuvo que abandonar sus sitios y presuponemos que varios de ellos
fueron a dar al valle de Teotihuacán, porque esa zona tenía manantiales de agua
dulce, fuentes de obsidiana cercanas y mucho material volcánico para construir
lo que después sería la gran urbe de Teotihuacán”, precisó de manera hipotética.
El Popocatépetl era desde entonces una formación sagrada,
por lo que su erupción catalizó una serie de fenómenos de construcción en otras
montañas sagradas, fueron los primeros templos teotihuacanos.
“Se ofrendaba a deidades que no son de destrucción, sino que
daban mantenimiento y agua, que prometían mucha prosperidad. No obstante, hay
un par de siglos sobre los que poco sabemos qué paso en el valle de Teotihuacán
porque no tenemos datos de la vivienda ni de los centros de poder”, indicó la
también investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Manzanilla Naim recordó que hace varios años realizaron
excavaciones para entender el origen de la ciudad prehispánica y hallaron que
las construcciones antiguas se hicieron con elementos del subsuelo.
“Estuvimos excavando los túneles cerca de la Pirámide del
Sol y notamos que esos huecos que luego fueron ocupados por grupos
posteotihuacanos, eran las calderas de donde sacaban los elementos
constructivos para edificar veinte kilómetros cuadrados de ciudad”.
Además, identificaron una innovación de manufactura que antes
no había en la Cuenca de México: el encalado, el cual consistía en agregar un
aplanado de cal sobre los muros de sus edificios.
“Los muros eran de materiales volcánicos y tenían un
aplanado encima, esto, hemos propuesto que fue una innovación de los oaxaqueños
porque en la Cuenca de México no existían encalados antes de la creación de la
gran ciudad de Teotihuacán, pero los grupos oaxaqueños en sitios como Monte
Albán ya conocían la tecnología de la cal y cuando ésta es traída a Teotihuacán
se manifiesta en la construcción”.
La materia prima para crear los aplanados fue la caliza roja
de Tula, Hidalgo, elemento orgánico que era quemado en grandes cantidades,
indicó Linda Manzanilla.
“La cantidad de combustible para quemar la caliza roja
traída de Tula y producir la cal para ponerla en aplanados blancos que después
eran pintados, de acuerdo con el doctor Luis Barba, se calcula en 33 días de
funcionamiento de la planta nucleoeléctrica de Laguna Verde”, precisó.
Pero si a eso se le agrega la existencia de los hornos de
cerámica, “Teotihuacán era una ciudad de manufactura, sobre todo de cerámica y
de obsidiana verde de Pachuca, de cal y el consumo de alimento de las 125 mil
personas que habitaban la ciudad. Todo fue una cantidad de energía enorme para
darle vida a esta gran ciudad”, señala la arqueóloga.
Durante la presentación del libro, Linda Manzanilla Naim
destacó que durante cuatro décadas de trabajo, pudo plantear la hipótesis de
que Teotihuacán fue una sociedad corporativa donde los núcleos sociales eran
más importantes que los individuos, lo cual fue una excepción entre las
civilizaciones antiguas.
“Es decir, no estaba gobernada por un rey sino por un
consejo, pero los teotihuacanos no dejaron fuentes escritas, entonces la
perspectiva interdisciplinaria, el llamar expertos como geólogos, biólogos,
químicos, físicos, genetistas y arqueólogos para tratar de entender esas
excepciones es hacer ciencia, no ciencia ficción, no decir cualquier cosa de
esas sociedades. Es, tener el dato duro y armar el rompecabezas de información
lo mejor posible para entender cómo se vivían en conjuntos multifamiliares que
son como vecindades, cómo armaban las caravanas a los distintos puntos de
Mesoamérica donde cada barrio teotihuacano tenía sus alianzas, cómo esa
cantidad de gente de distintas procedencias pudo ser orquestada”.
“Con este libro quiero mostrar una investigación sistemática
de mucha gente colaborando para dar cuenta de lo que fue una de las grandes
ciudades industriales del mundo antiguo, tan grande, compleja y multiétnica
como Constantinopla, Alejandría y Roma. Es una obligación del arqueólogo hacer
difusión de los datos al gran público porque a veces lo que nos dicen nuestros
libros de texto es muy poco y lo que ustedes visitan de la ciudad es el centro
histórico y no ven que existió una enorme ciudad multiétnica”, enfatizó