lunes, 24 de abril de 2023

Quetzalcóatl y la leyenda del conejo


Quetzalcóatl y la leyenda del conejo

Edoméx en Línea/Teotihuacan en Línea. El conejo de la luna es una leyenda náhuatl que narra la historia de Quetzalcoatl, una de las deidades más importantes para todas las culturas originarias de México y de cómo un paseo por el mundo se convirtió en un momento que atesoró la humildad de un pequeño ser para siempre.

La leyenda del conejo en la luna era contada por los más antiguos de los aztecas, aquellos que aún eran muy jóvenes cuando su gente llegó del mítico Aztlán.

Un día, el gran dios Quetzalcóatl decidió visitar la tierra, pues quería observar de cerca el mundo que con tanto amor ayudó a crear. Al bajar de los cielos, adoptó la forma de un hombre común y así pasar invisible ante los ojos de otros hombres.


El dios y sus hermanos eran venerados en todos los rincones del Anáhuac, nombre con el que se le conocía al territorio que hoy es México. Quetzalcóatl encontró a un pueblo feliz y próspero, lo que alegró su corazón.

Después de visitar varios poblados a pie, se maravilló con la belleza de la naturaleza. Camino a través de verdes campos, escaló las montañas, nadó en los más tranquilos lagos y corrió a través de los furiosos desiertos.

La emoción de examinar y bendecir cada árbol, cada campo y cada bestia hizo que Quetzalcóatl se olvidara de comer y descansar por varios días. La noche llegó al gran valle en el que se encontraba, así que se sentó a admirar el paisaje.

A su lado se fue a sentar un pequeño conejo gris que había salido a cenar. El pequeño ser movía sus bigotes entre la maleza y sus enormes ojos reflejaban el cielo estrellado y una gran luna plateada. Quetzalcóatl le preguntó:

– ¿Qué estás comiendo?

– Un poco de zacate, también hay para ti; si quieres.– Gracias, pero yo no como zacate. – Le dijo el dios convertido en hombre.

El estómago del dios sonaba como los truenos que caen del cielo y el conejito le preguntó:

– Entonces ¿Qué vas a hacer? Aquí tengo una zanahoria que podemos compartir.

– Te agradezco, pero yo no podría quitarle su comida a ningún ser. Creo que tal vez muera de hambre, cansancio y sed.

Quetzalcóatl sabía que su cuerpo mortal podría perecer, pero su espíritu continuaría vivo y retomaría su verdadera forma, la serpiente emplumada. Entonces, el conejo le dijo:

Mira, yo solo soy un pequeño conejo y tú eres un joven viajero; cómeme, recupera tus fuerzas y continúa tu historia. Aquí estoy.

Sus palabras tocaron el corazón del dios. Tomó al conejito entre sus brazos y le regaló un viaje por los cielos para observar de cerca las estrellas que observaba con tanto amor. Al final, lo acercó tanto a la luna que pudo ver su reflejo en ella.

Su sorpresa fue muy grande al darse cuenta que al llegar a la tierra, su reflejo se quedó plasmado en la luna que tanto amaba. Puede que solo seas un pequeño conejo, pero ahora todos te recordarán para siempre por tu bondad

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