La leyenda del Cuarto Rey Mago
Teotihuacán en Línea. Aporte de Águila 71. A raíz de la llegada de
los Reyes Magos a los hogares, hay una leyenda que, sin ser parte de la revelación,
nos enseña lo que Dios espera de nosotros:
Se cuenta que había un cuarto Rey Mago(ARTABÁN), que también
vio brillar la estrella sobre Belén y decidió seguirla. Como regalo pensaba
ofrecerle al Niño un cofre lleno de perlas preciosas. Sin embargo, en su camino
se fue encontrando con diversas personitas que iban solicitando de su ayuda.
Este Rey Mago las atendía con alegría y diligencia, e iba
dejándo una perla a cada uno. Pero eso fue retrasando su llegada y vaciando su
cofre. Encontró muchos pobres, enfermos, encarcelados y miserables y no podía
dejarlos desatendidos. Se quedaba con ellos el tiempo necesario para aliviarles
sus penas y luego procedía su marcha, que nuevamente era interrumpida por otro
desvalido.
Sucedió que cuando por fin llegó a Belén, ya no estaban los
otros Magos y el Niño había huido con sus padres hacia Egipto, pues el Rey
Herodes quería matarlo.
El Rey Mago siguió buscándolo, ya sin la estrella que antes
lo guiaba.
Buscó y buscó y buscó… y dicen que estuvo más de treinta
años recorriendo la tierra, buscando al Niño y ayudando a los necesitados.
Hasta que un día llegó a Jerusalén justo en el momento que la multitud
enfurecida pedía la muerte de un hombre. Mirándolo, reconoció en sus ojos algo
familiar. Entre el dolor, la sangre y el sufrimiento, podía ver en sus ojos el
brillo de la estrella. Aquel miserable que estaba siendo ajusticiado era el niño
que por tanto tiempo había buscado. Era Jesucristo.
La tristeza llenó su corazón, ya viejo y cansado por el
tiempo. Aunque aún guardaba una perla en su bolsa, ya era demasiado tarde para
ofrecérsela al niño que ahora, convertido en hombre, colgaba de una Cruz. Había
fallado en su misión...
Y sin tener a dónde más ir, se quedó en Jerusalén para
esperar que llegara su muerte.
Apenas habían pasado tres días cuando una luz aún más
brillante que la de la estrella, llenó su habitación. ¡Era Jesucristo resucitado
que venía a su encuentro!
El Rey Mago, cayendo de rodillas ante Él, tomó la perla que
le quedaba y extendió su mano mientras hacía una reverencia. Jesús le tomó
tiernamente y le dijo:
“Tú no fracasaste. Al contrario, me encontraste durante toda
tu vida. Yo estaba desnudo, y me vestiste. Yo tuve hambre y me diste de comer.
Tuve sed y me diste de beber. Estuve preso, y me visitaste. Pues yo estaba en
todos los pobres que atendiste en tu camino.
¡Muchas gracias por tantos regalos de amor, ahora estarás conmigo para siempre, pues el
Cielo es tu recompensa
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