Columna En voz alta Candidatos diminutos
Teotihuacán en Línea. Por: Gerardo Viloria. El Estado de
México, entidad fundadora de la federación, refleja la más alta importancia
poblacional, electoral, política, económica y social.
Se podría imaginar a este territorio como la síntesis del
país ya que por su prodigalidad, capacidad de recibir y arraigar a quienes no
somos oriundos de ella y que sumamos más de la mitad de sus pobladores, es el
conjunto de muchos México, en lo cultural, social, valores, actitudes y perspectiva.
En su suelo se presentan manifestaciones extremas de riqueza
y pobreza, concentración y dispersión demográfica, modernidad y tradición,
dinamismo económico y atraso.
Desafortunadamente, enfrenta una situación crítica de
seguridad pública al ser el estado del país con la mayor tasa de violencia con
delitos de alto impacto por encima de la media nacional en 20 años y concentrar
a ocho de los municipios más inseguros del país.
No obstante, a través de su historia, ha brindado al país
una pléyade ciudadanos cuyas aportaciones en diferentes ámbitos han contribuido
al desarrollo de la nación.
En este contexto resulta deleznable que en la actual
contienda electoral por la gubernatura del Estado, los aspirantes a dirigirlo
no muestren la estatura política que requieren sus habitantes.
Tanto en un encuentro efectuado en el noticiario Despierta
de CARLOS LORET DE MOLA, como en el producido por el Instituto Electoral del
Estado de México (IEEM), no han sabido construir una opción inteligente.
Ataques, acusaciones, descalificaciones, andanadas por malos
resultados gubernamentales, corrupción, dimes y diretes, han sido la tónica.
A esto se suma protagonismo y populismo extremo, ellos lo
pueden todo. Saben, sin ayuda, como resolver –de la noche a la mañana- los más
persistentes problemas que aquejan a la ciudadanía.
Con ambición retórica prometen mejores sistemas de
educación, salud, vivienda, pero ellos ni sus hijos acuden a los mismos, ni
moran en unidades habitacionales.
Además, como si fueran dadivas o favores y no deberes, con
soberbia trazan declaraciones.
En ese cruce de caminos, expresan una irrealidad producto de
los vacíos de su razón.
En el proceso dialéctico de la nueva cultura política ha de
existir congruencia entre pensamiento y quehacer.
Quien logre ser electo debe considerar que gobernar requiere
autoridad moral, preparación, responsabilidad, reflexión y pensamiento creativo
para conducir al conjunto social –en consenso- hacia la conquista de un
horizonte promisorio.
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