Óptica Ciudadana
El día del temblor
Teotihuacán en Línea. Artículo de José Luís Hernández Jiménez. “Apenas me levantaba y casi me caigo de la cama de arriba de la litera en la que aún descansaba: un fuerte movimiento sacudía todo el cuarto. De pronto entró gritando doña María de Jesús, mi madre: “¡Está temblando, está temblando!”. Como pude me vestí y salí al patio de la vecindad. Un gran número de habitantes del lugar, corría de un lado para otro. Gritaban despavoridos. Eran las 7:19 horas del jueves 19 de septiembre de 1985.
Momentos después, todo quedó en calma. Menos, supuse, los corazones de los vecinos. Por algún rato, varias señoras rezaron pegadas al atril de la respectiva puerta de su vivienda.
Pasado el susto, me encaminé hacia las oficinas del PMT, en donde laboraba como alto dirigente. La energía eléctrica se había cortado, por lo tanto no había noticias. Tenía que saber qué había sucedido. En el auto, me dirigí con rumbo a las oficinas. Por las principales calles de Iztapalapa, parecía que nada grave había pasado. Al parece en muchas zonas no había luz. Recorrí la calzada de
Estacioné el vehículo y seguí a pie, hacia el norte de la ciudad, por la avenida Circunvalación. Hacia el poniente, otras patrullas tampoco dejaban pasar. Mi inquietud crecía. A mi vista no aparecía nada anormal. En el eje vial Uno Norte, tampoco dejaban pasar. Pero pasé y seguí, ahora sí, hacia el poniente. Antes de llegar a la avenida Reforma, aparecieron la vista los primeros efectos del temblor: “¿Cayó una bomba?”, me pregunté asustado: Inmuebles pequeños, medianos y grandes, aparecían derrumbados, partidos a la mitad, cuarteados y a punto de caer. Uno tras otro, aprecian a simple vista.
Mucha gente lloraba, corría de un lado a otro, se juntaban, construían algo que parecían casas de campaña. Llegué a
Seguí mi camino. Caminaba en medio de una gran zona casi destruida. Ni por el eje Central ni por la avenida Reforma, se permitía el paso. Llegué a
Alguien me dijo, me ordenó: “¡ayude!”. De pronto me vía haciendo lo que todos hacían. Ayudar en lo que se podía. Escuché la voz de una niña gritando “¡ayuda, ayuda!”. Estaba cinco o seis pisos arriba, en un edificio. Una señora me empujó: “¡Ayúdela, por favor!”, dijo llorando. Como pude subí por la escalinata; estaba partida a la mitad. Tomé a la niña por la mano para ayudarla a bajar. “¡Mi abuelita también!” dijo. Regresé por la abuelita. Bajamos lentamente. Me pareció que aquella bajada duró horas. Es que la escalinata temblaba con nuestros pasos.
Luego seguí mi camino hacia las oficinas, ubicadas en Bucareli, muy cerca de la avenida Juárez. En donde estaba el hotel Regis aparecía un gran montó de escombros. Casi de pie, el gran cubo con su reloj de seis lados, característico del otrora gran hotel, aún marcaba las 7:19 horas. Y se había detenido. Toda la avenida Juárez parecía un gran campo de batalla. Volví sobre mis pasos. El ejército no permitía el paso. Acordonaba toda la zona, aunque no hacía nada más.
Pero los voluntarios, jóvenes y más jóvenes, muchos niños y también adultos, “Boy Scouts” y “Chavos Banda”, sobre todo, llegados desde Santa Fe, de Santa Cruz Meyehualco, de Cuautepec Barrio Alto, de
Al cruzar avenida Juárez, eludiendo el cordón de seguridad tendido por policías y soldados, hacia Bucareli, un grupo de jóvenes me jaló, “¡ayúdenos, ayúdenos!”, me ordenaron.
De repente me encontré tirado, en medio de montañas de escombros de construcción y nubes de polvo y tierra, recibiendo cuerpos inertes de niños y niñas. Primero creí que se trataba de maniquíes de alguna tienda de ropa. Cuando vi que no, quise volver el estómago. Eran alumnos de un Conalep, ubicado en la calle de Iturbide, frente a la entrada del periódico El Universal. Pero no había tiempo para reflexiones ni para dobleces. Personas mucho mas jóvenes que yo, no paraban de jalar y cargar cuerpos, y de remover más y más escombros, bajo los cuales aparecían más cuerpos. Algunos respiraban, otros no. Pasaron los minutos o las horas. Alguien me dijo “¡vaya por agua!”. Pero ya no volví. Seguí caminando, ahora muy cansado, hacia las oficinas del PMT.
Sobre la avenida Bucareli había mucha gente. La imagen era de un lugar como bombardeado, según aparece en las películas de guerra, se repetía. Frente al número 20 de las calles de Bucareli, un grupo de pemetistas, no dejaba de mirar los restos del edifico que albergaba, nuestra sede nacional y del Comité del DF. Los cuatro pisos de arriba se habían derrumbado, aplastando a los de abajo.
Luego llegaron las noticias, todas peores. Toda
También apareció, ¡faltaba mas!, la irresponsabilidad de algunos medios de comunicación. Me tocó ver la portada de un diario europeo que decía: “¡
El anterior relato aparece en mi libro “Cuando correteábamos utopías”, de reciente aparición, página 215. Sierva para conmemorar, con mis lectores, los terremotos de aquellas fechas (el otro ocurrió 36 horas después, o sea, el 20 de septiembre).
Ambos sismos dejaron un saldo oficial de 2 centrales telefónicas de larga distancia, afectadas gravemente, 412 inmuebles quedaron destruidos, otros 5728 edificios quedaron muy afectados, 1568 escuelas sufrieron daños, se perdió el 30 por ciento de la capacidad hospitalaria, las viviendas de 100 mil familias quedaron dañadas, hubo 9 mil personas heridas y 3,300 perdieron la vida, aunque el dato extra oficial es que al menos murieron 15 mil personas.
El saldo positivo es que la solidaridad nació en
Notitas: Una.- Que insisto, ahora que nuestros HH Diputados discuten para aprobar el Presupuesto de Egresos para el próximo año, es una buena oportunidad para que nos ganen, a nosotros los ciudadanos comunes, ¿cómo?, suprimiendo todos los privilegios de que gozan los titulares de los tres poderes, y de los tres niveles de gobierno, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y que solo cobren sus respectivos salarios nominales, no los inflados eh. Dos.- Que en estos días, el PRD lleva al cabo su Congreso Nacional, ¿para qué, para volver a sus orígenes, de cuando se luchaba por ideales, por ideas? Lo dudo. Tres.- Que el extinto PMT, quizá el Partido de izquierda del México moderno, más importante, y una de las fuentes del Partido del sol azteca, hubiera cumplido en estos días, 41 años. Cuatro.- Que les hago una tercera sugerencia a mis lectores: que luchemos para recuperar los ríos. En
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