martes, 18 de octubre de 2011

El legado periodístico de Granados Chapa

El legado periodístico de Granados Chapa

Teotihuacan en línea. Omar Raúl Martínez*.Tras hacer un cuidadoso análisis en torno a la iniciativa de impulsar una coalición de gobierno para el 2012 en nuestro país, el columnista cinceló su despedida con las siguientes palabras:
Casi nadie (…) entre los mexicanos todos, puede negar la terrible situación en que nos hallamos envueltos: la inequidad social, la pobreza, la incontenible violencia criminal, la corrupción que tantos beneficiarios genera, la lenidad recíproca, unos peores que otros, la desesperanza social. Todos esos factores, y otros que omito involuntariamente pero que actúan en conjunto, forman un cambalache como esa masa maloliente a la que cantó Enrique Santos Discépolo en la Argentina de 1945. Con todo, pudo cantarle. Es deseable que el espíritu impulse a la música y otras artes y ciencias y otras formas de hacer que renazca la vida, permitan a nuestro país escapar de la pudrición que no es destino inexorable. Sé que es un deseo pueril, ingenuo, pero en él creo, pues he visto que esa mutación se concrete.Esta es la última vez en que nos encontramos. Con esa convicción digo adiós.
Para quienes nos formamos con sus cotidianas clases de periodismo político en la prensa y abrevamos de su inteligencia y generosidad profesional, esta noticia nos deja un sentimiento de desamparo en un momento en que su filo crítico, su lucidez aleccionadora y su ecuanimidad documentada no son el pan frecuente de los medios nacionales.Pasión por el periodismoIndiscutiblemente don Miguel Ángel Granados Chapa fue el mejor y más influyente columnista político de nuestro país durante las tres últimas décadas.De la rara estirpe de los periodistas que atesoran bella prosa, sensibilidad e intuición para desmenuzar y explicar los hechos, y valor para denunciar los excesos del poder, fue un apasionado del periodismo: lo vivió, lo recreó, lo disfrutó, lo padeció, lo criticó, lo renovó y lo proyectó durante más de 45 años para entregárselo a sus lectores y radioescuchas.En sus afanes, lo advertimos como un heredero de Manuel Buendía no sólo por escrutar, revelar y hacer comprender las entretelas del poder, sino también por su sólida integridad profesional.Granados Chapa fue un profesional de la información obsesionado por la exactitud de sus palabras y el sustento de sus críticas.Para quienes nos dedicamos al estudio y al análisis de los medios y el periodismo, el autor de “Plaza Pública” deja una huella indeleble en la prensa y las letras mexicanas.Su nombre puede sumarse ya a esa breve lista de figuras cuya búsqueda libertaria ha tendido a ensanchar las avenidas democráticas, como lo fueron Joaquín Fernández de Lizardi, Francisco Zarco, Ricardo Flores Magón, e incluso Francisco Martínez de la Vega y Manuel Buendía.Porque después de una fructífera carrera profesional trazada por una vocación a toda prueba, don Miguel Ángel nos ofrecía lecciones cotidianas de periodismo. En tal sentido, desde mi punto de vista, son tres los factores que lo distinguieron:El primero fue el riguroso e incluso elegante manejo del estilo. Su precisa y esmerada expresión constituye un deleite y a la vez un compromiso para quienes también nos dedicamos a estos menesteres. Porque nos evidencia que no basta con la aguda inteligencia en el análisis político: para que éste resulte certero se requiere del manejo pulcro y ponderado del lenguaje.Por momentos su prosa alcanza un vigor expresivo sumamente elegante y atractivo por la construcción de sus estructuras gramaticales. No es gratuito por ello que haya sido convocado para ser miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. El segundo elemento que lo hace único en el escenario del periodismo nacional fue justamente el rigor de su análisis del entramado político. A diferencia del común de los columnistas que pretenden haber descubierto el mundo y ofrecen sentencias implacables como si emergieran desde el Olimpo, la pluma granadina ofrecía una mirada reposada.Si uno se sumerge en la hechura de sus columnas es posible advertir una profunda indagación, que procesaba a partir de su juicio crítico para luego explicarnos el posible trasfondo de los sucesos vinculados al poder.Sin ostentar sofisticados planteamientos teóricos, “Plaza Pública” desmenuzaba y valoraba algunas de las claves implícitas en los asuntos de coyuntura, y con regularidad sacaba a la luz vertientes que nadie había percibido o escrutado. Los excesos del poder fue uno de los temas infaltables en sus espacios periodísticos. El tercer aspecto que desde mi perspectiva distinguió a Granados Chapa, fue una cualidad de la que muy pocos pueden jactarse: su congruencia profesional. Basta revisar su historia personal para corroborarlo.Desde muy joven tuvo muy claro qué quería ser y lo que deseaba hacer. A principios de los años sesenta tenía una avidez por construir su horizonte y, para nuestra fortuna, jamás mermó en esa búsqueda. Al contrario: hasta la entrega de su última columna, la refrendó sin concesiones, sin evasivas. La inflexibilidad frente al poder fue un rasgo que le permitió una trayectoria vertical y transparente, lo cual a todas luces se manifestó en sus columnas y participaciones periodísticas.Dos puntos más llaman particularmente la atención. Al hacer un repaso de su vida profesional, advertimos que don Miguel Ángel fue testigo y actor de los eventos que han transformado a la prensa y a los medios mexicanos en los últimos 40 años.Precisamente en el momento en que él empieza a incorporarse al campo profesional, de manera paralela comienzan a perfilarse cambios y nuevos aires periodísticos: desde el Excelsior de Julio Scherer, pasando por la creación de la revista Proceso, el Unomásuno y La Jornada, hasta la recomposición generada a principios de los años noventa, primero con El Financiero y luego con el diario Reforma. Su presencia y participación gravitaron en momentos relevantes para los medios informativos mexicanos: ¿coincidencia o hechos resultantes de su ánimo juvenil e influencia razonada? Otra consideración digna de destacar fue su energía vital, que ya quisiera gozar uno para un día: escribía seis “Plazas Públicas” a la semana para Reforma y El Norte; tecleaba las columnas “La calle” y “Diario de un espectador” en el diario Metro; publicaba “Interés Público” para la revista Proceso; conducía su “Plaza Pública” en Radio Universidad, y participaba sin tregua en radio y Telefórmula en Punto de encuentro con Virgilio Caballero y Ricardo Rocha. Todo ello, claro, sin descartar los innumerables compromisos de conferencias, actos, entrevistas… Y sin descuidar, asimismo, un ápice la calidad y el rigor de sus textos.A este respecto, los interesados en su obra tenemos realmente mucha tarea para –en un futuro cercano– publicar sus columnas en volúmenes temáticos.En medio de la nublazón que acecha a los tiempos nacionales, el quehacer y la obra de Miguel Ángel Granados Chapa es un estímulo y un signo de esperanza. Brindarle nuestro reconocimiento es ofrecer alicientes a los jóvenes que buscan construir mundos nuevos.Porque él mismo mantuvo esos afanes de luchar contra el desaliento y el conformismo que apaga el ánimo frente al avasallamiento de los poderosos. Porque él demostró que sí es posible:No nos deslicemos a la desgracia –sostuvo con firmeza–, menos aún caigamos de súbito en el abismo; cada quien desde su sitio, sin perder sus convicciones, pero sin convertirlas en dogma que impidan el diálogo, impidamos que la sociedad se disuelva.La pluma de don Miguel Ángel, pues, nos ayuda a mirar y entender la realidad con la pretensión de reconstruirnos como país y reconstruir la esperanza, tal y como lo dejó sellado en su última columna:Es deseable que el espíritu impulse a la música y otras artes y ciencias y otras formas de hacer que renazca la vida, permitan a nuestro país escapar de la pudrición que no es destino inexorable. Sé que es un deseo pueril, ingenuo, pero en él creo, pues he visto que esa mutación se concrete.
*Omar Raúl Martínez, Director de la Fundación Manuel Buendía

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